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miércoles, 5 de agosto de 2009

Adicciones

El aborto

El aborto constituye un importante problema moral de nuestros días. La relajación de las leyes contra el mismo, en muchos países, y la propaganda en favor de más relajación lo han puesto a la orden del día. Necesitamos distinguir cuidadosamente entre la moralidad del aborto mismo y la supuesta moralidad de su legalización, a la que nos referiremos más adelante.
  El aborto se define como la expulsión de un feto de su matriz antes de que sea viable, esto es,  antes de que pueda vivir fuera de la madre. No es el alumbramiento prematuro de un feto viable. El acelerar el nacimiento no es un acto malo si el niño puede mantenerse vivo, pero presenta un riesgo tan grave, con todo, que se requieren razones de mucho peso para autorizarlo. Podrá justificarse acaso por el principio del doble efecto, siendo las razones proporcionadas el peligro para la salud de la madre, del niño o de ambos, si se permite que la gestación llegue a su término natural.
  El aborto espontáneo no es culpa de nadie. De lo que aquí tratamos es del aborto inducido, que es provocado voluntariamente. Si se persigue la muerte del niño como fin o como medio, se trata de un matar directo y no de una simple exposición del niño a peligro, porque mediante dicho acto se lo saca del único lugar en donde puede vivir y se le pone en un lugar en donde no puede vivir; no hay manera más eficaz de matar a una persona que ésta. Nadie puede pretender seriamente que el niño muere de causas naturales después que ha nacido, porque no se le ha permitido nacer apropiadamente. Todo matar consiste en contrariar la naturaleza de tal modo que una persona muera de ello.

       El principio del doble  efecto no tiene aplicación en los casos  de aborto directo. El acto mismo es directamente destructor del feto, y el efecto malo esto es,  la muerte del feto, no es solamente un efecto lateral permitido, sino que es el medio utilizado para la realización de cualquier efecto bueno que pueda resultar para la madre. Puesto que las dos primeras condiciones del principio del doble efecto no se verifican, no importa que haya o no una buena intención y una proporción suficiente. Resulta inútil, por consiguiente, intentar una justificación moral cualquiera del aborto directo sobre la base del principio del doble efecto. Cualquiera justificación, de ser posible, necesitaría basarse en otros principios.
   La situación es distinta si la muerte del niño nonato es solamente indirecta, de modo que sólo sea permitida y no querida como un medio o como un fin. La situación del aborto indirecto se produce cuando la madre ha contraído alguna enfermedad grave (el embarazo mismo no constituye una enfermedad, sino un estado natural) y el único tratamiento viable, ya sea médico o quirúrgico, habrá de tener dos efectos, esto es: la cura de la enfermedad de la madre y la muerte del niño. Este es el tipo de caso al que sí puede aplicarse el principio del doble efecto. En efecto, el niño no es atacado directamente y su muerte, aunque deba seguir sin lugar a dudas, constituye un efecto secundario incidental inevitable de la ejecución de un acto legítimo. La madre misma necesita el tratamiento, sea cual sea el efecto que pueda tener sobre el niño, y la muerte del niño no es un medio empleado para curarla. Aquella tiene el derecho de someterse al tratamiento y está autorizada moralmente para hacerlo. El médico tiene la responsabilidad de decidir si el estado de la madre es realmente patológico y si el tratamiento considerado constituye o no el único remedio eficaz.
   Resumiendo las distinciones necesarias para la comprensión de los argumentos, diremos: el aborto puede ser espontáneo, en lo que no hay culpa de nadie, o inducido, esto es, producido voluntariamente. El aborto inducido puede ser indirecto, esto es, la consecuencia prevista pero no querida de hacer alguna otra cosa, o directo, esto es, la expulsión del feto, perseguida como un fin o como un medio. El aborto directo se designa como terapéutico,  si el propósito es salvar la vida o la salud de la madre, o como criminal, si el propósito es algo distinto, no aceptado por las leyes. Las dos primeras distinciones son importantes para el moralista por cuanto separan el acto involuntario del voluntario, y el indirectamente voluntario del directamente voluntario. Esta última distinción de la ley civil presenta poco interés para el moralista.

Tolerancia Social

No se discute aquí que la gente adulta tome o fume. Nuestra problemática es mucho más primaria. El tema es si la gente adulta como nosotros, consiente que tomen y fumen los que tienen 14. Ese es el problema.El tema que quiero poner para reflexión de Uds. tiene que ver con un fenómeno que llamamos tolerancia. Es decir, hablamos de la adaptación que hace un organismo cuando entra de manera frecuente en contacto con un tóxico.  
Hablamos entonces de una tolerancia metabólica para referir al aumento en la  capacidad de eliminación de ese tóxico. Hablamos de una tolerancia tisular para referir al  acostumbramiento progresivo a los efectos. 
Y ahora hablamos de otra tolerancia que es la social. Es decir de la indiferencia creciente que desarrolla una sociedad frente a prácticas de consumo que implican el  perjuicio de las personas.  
Si revisamos la historia reciente encontramos que a lo largo de estos últimos 15 años, el tema de la adicción se ha instaurado entre nosotros . 
Lo ha hecho enmarcado dentro de  una galería de imágenes relacionadas con  transacciones ilegales,  con el uso intravenoso y con los rostros surcados por la desesperación y la angustia. 
Esta ha sido la bandera que ha identificado el problema y ha sido llevada por muchos, desde los organismos oficiales hasta las propias agencias publicitarias.  
Y si bien estas imágenes son ciertas lo que también es verdad es que ellas son la punta de un iceberg que representa sólo lo que aparece del problema. H
ay una parte de ese témpano que está sumergida, que transcurre sin ser objeto de mensajes en los medios, programas masivos o  stickers . Una parte que no llama la atención porque está sumergida dentro de esto que llamamos la tolerancia social. 
Y la tolerancia social somos nosotros. Nosotros con todo aquello que de alguna manera  aceptamos, resignadamente, porque pensamos que no se puede cambiar.
Veamos unos ejemplos 
En febrero se publicaron los datos del capítulo argentino correspondiente al estudio mundial de la  OMS y CDC sobre tabaco. El estudio se hizo sobre la población de 13 a 15 años. Un tercio de estos chicos eran fumadores regulares. Un diez por ciento de ellos tenían adicción al tabaco.  
Uno trata el tema tabaco y la gente se molesta. Pide que uno sea tolerante, después de todo una gran cantidad de adultos que son dependientes de la nicotina. Pero yo no hablo de nosotros, los adultos. Yo hablo de los chicos de 13 a 15 años.  Hablo de un hecho que no es producido por los jóvenes, aunque les pase a ellos.  
Hoy, a partir de la defensa del fumador pasivo y como consecuencia de las restricciones a los fumadores en los países desarrollados el mercado se vuelca a los países pobres.
Se puede hacer aquí lo que en otros lados esta prohibido. 
Los adultos nos horrorizamos ante el cáncer de pulmón, pero sin embargo admitimos la invasión del tabaco en todos los ámbitos de los adolescentes. Les ponemos la camiseta con la marca, le pintamos el parador de la playa y le hacemos un guiño cuando fuma. 
Los resultados a nivel nacional sobre el uso de tabaco en los jóvenes es comparativamente el más alto de América. A nivel de Buenos Aires los resultados se encuentran entre los más altos de un conjunto de cuarenta ciudades del mundo. Solo son comparables con Moscú.  
Un dato más, la mitad de los chicos que tienen entre 13 y 15 años trato de dejar de fumar el año anterior a la encuesta pero no pudo lograrlo. Una buena pregunta que podemos hacernos es : ¿Adonde va a buscar ayuda un joven de 14 años que quiere dejar de fumar en un medio que no percibe un problema en esto?   
Una sociedad tolerante del fumar en chicos difícilmente se sienta obligada a crear instancias de ayuda en algo que no experimenta como una urgencia.  
Lo cierto es que nuestra realidad indica que antes de los quince años, uno de cada tres chicos fuma, uno de cada diez tiene síndrome de abstinencia. La tolerancia anula cualquier señal de alarma. 
Otro caso. Las bebidas alcohólicas. La cerveza, por ejemplo, que también es una bebida alcohólica. Y aquí también, como el tabaco, es otro tema molesto. Esta dentro de lo que habitualmente se nos pide que seamos  tolerantes. 
Lo cierto es que no se  discute aquí que la gente adulta tome o fume. Nuestra problemática en estos países es mucho más primaria. El tema es si la gente adulta como nosotros, consiente que tomen y fumen los que tienen 14. Ese es el problema.  
En la Argentina se vende aproximadamente mil millones de litros de cerveza anuales. Ese mercado como Uds. saben apunta muy especialmente al mercado adolescente. “Tiene poca graduación alcohólica “  sostiene la tolerancia social. 
Es cierto, pero se vende mucho Hagamos un cálculo simple. Reduzcamos los litros de bebida a alcohol puro. Ahora comparemos. La cerveza pone en el mercado argentino, el doble de litros de alcohol absoluto que colocan todas las bebidas destiladas juntas.  
En 1993 un ejecutivo de marketing de una compañía cervecera indicaba en un reportaje hecho en un periódico local que el “piso al que apuntaban” estaba en los 14 años. En 1999 el estudio nacional que hicimos desde la Secretaría Nacional señalaba que en el último mes a la encuesta 800.000 chicos de 12 a 15 años había tomado una bebida alcohólica. 
Entre la estrategia de mercado del 93 y los resultados del 99 uno siempre puede pensar que no es que la publicidad fue un éxito, el éxito fue la impunidad con la que se movieron para vender alcohol a los chicos.
Es parte también de la tolerancia social que alguien gane una fortuna vendiendo legalmente señuelos para que se consuma alcohol, y también es parte de la tolerancia social que se acepte que el médico de la guardia hospitalaria  que finalmente lo atienda del accidente lo haga con un salario patético desde un hospital sin recursos.
Es decir, la tolerancia opera aquí dando como normal que haya un modelo donde uno se lleva el dinero y el otro los heridos.

En la Argentina hay drogas ilícitas. Pero solo se las señala cuando escapan de los cercos donde sí se puede consumir. Cualquiera que haya trabajado en una zona marginal sabe que desde el límite exterior hacia adentro la venta prácticamente es a cielo abierto. 
Pero también esto lo sabe cualquiera que pueda pasar la frontera que demarca el cerco  VIP de una discoteca o un pub exclusivo (donde con frecuencia la exclusividad protege particularmente esto). 
Hace unos años cuando hacíamos un estudio sobre este tipo de consumo en una zona balnearia muy costosa nos decían “pero los chicos no se drogan, es parte del verano, es una diversión, ninguno es un drogadicto..”. 
Era cierto, ninguno de esos chicos era un adicto, eran consumidores. Ninguno era pálido, tenía profundas ojeras, ni su expresión denotaba desesperación o angustia, de una manera visible. Solo que a la noche lanzaban el coche de sus padres como bólidos en una carrera donde el desafío no era solo llegar primero sino hacerlo “fumados”.  
Es decir esto es parte de lo que está en el lado oculto del témpano. Un témpano en una sociedad donde la tolerancia termina solo cuando se llega al final . Y lo cierto es que esto  termina como una casa donde se ha dejado abierta la puerta de entrada pero se han puesto cerraduras a todas las ventanas.

Violencia Familiar


La violencia en el hogar, especialmente los golpes propiciados a la esposa, es tal vez la forma más generalizada de violencia contra la mujer.
Estudios fiables realizados a gran escala en muchos países demuestran que más del 20 por ciento de las mujeres han sido víctimas de maltrato por parte de los hombres con quienes viven.
En el Informe sobre el Desarrollo Mundial, se da a conocer que las violaciones y la violencia en el hogar culminan en la pérdida de más años de vida saludable, entre las mujeres de 15 a 44 años de edad, que el cáncer mamario, el cáncer del cuello del útero, el parto obstruido, la guerra o los accidentes de tránsito.
En respuesta a la Plataforma de Acción de Beijing, los Estados Miembros de las Naciones Unidas y la comunidad internacional han tratado de encontrar la manera de combatir más eficazmente la violencia en el hogar:Muchas naciones han promulgado leyes en las cuales se reconoce que la violencia ejercida por los maridos debe ser tratada de la misma forma que la practicada por extraños y los definen como graves violaciones de la integridad de la mujer, y se someten a penas más severas que en los casos en que esos mismos actos son realizados por extraños
Si existe violencia en su relación, la mujer debe conversar con su pareja y decirle que la violencia debe terminar; dejar de justificarla diciéndose que a veces uno mismo la provoca con su actitud. Nada fundamenta la violencia, por lo tanto no deben avergonzarse, ni sentirse culpables por sufrir estas agresiones, pues una gran cantidad de ellas la sufren diariamente. Lo importante es cambiar esa situación.
Si la mujer es víctima de la violencia doméstica, no debe aislarse; por el contrario, recurrir a sus familiares o personas amigas y contarles su problema y buscar un lugar donde refugiarse en momentos de emergencia si se ve imposibilitada de quedarse en el hogar. Aguantar no es la solución, ni pensar que todo pasará; después la violencia puede ser peor y su vida y la de sus hijos, correr peligro. La víctima ha de buscar asistencia legal e informarse de las leyes que las protegen.
La mujer tiene derecho a una vida libre de violencia, a no perder a sus hijos, a reclamar para ellos la pensión alimenticia que les corresponde, a denunciar a quien la agreda y, sobre todo, a crear a sus hijos en un ambiente sano, sin crueldad.
Es aconsejable que la mujer víctima de violencia doméstica salga del hogar, salga a la comunidad, denuncie, se rodee de testigos y hable en los lugares a los que concurre, de modo que los vecinos entren en este tema y lo repudien y lo rechacen.
El espacio público es el que puede ayudarla a romper ese círculo. En esa salida a la comunidad, es fundamental, una vez suceda la situación de violencia, hacer la denuncia en la estación más cercana de la policía o en los tribunales de justicia correspondientes. Dentro de lo posible, es conveniente que siempre se haga acompañar por alguien de confianza, porque el refuerzo de otra persona le da más seguridad a la hora en que le tomen la declaración porque si hay violencia, hay delito y tiene que ser castigado.
Siempre que haya muestras físicas de maltrato, también tiene que concurrir, al primer centro asistencial de salud de la comunidad, donde quede muy claro el diagnóstico y posible antecedente de futuras violaciones..
En todos los casos se deben tomar la mayor cantidad de providencias posibles que puedan nutrir su expediente; tener siempre a mano sus documentos y los de los niños; todo lo que le permita acreditar ante el tribunal los vínculos y los títulos de propiedad de los bienes que comparten. Es muy importante que la mujer pueda reconocer y defender sus derechos.
Las lesiones (producidas con o sin armas), las amenazas para atemorizar, someter y asustar, la violación (aún cuando el violador sea el marido, concubino, padre u otro familiar), las relaciones sexuales con una menor, el abuso deshonesto, constituyen delitos y como tales deben denunciarse lo antes posible.
Si al hacer la denuncia, hay marcas de los golpes, la víctima debe ser sometida a reconocimiento médico, el cual debe definir si las lesiones son graves y de serlas, expedir el certificado correspondiente con el resumen de los motivos de la atención, gravedad de las lesiones, deformaciones permanentes, secuelas o consecuencias de incapacidad, debilidad mental u orgánica, problemas para engendrar o concebir, abortos provocados u otras.

El tatuaje: un fenómeno social


Más que una forma de "decorar" el cuerpo, el tatuaje se ha convertido en una forma de expresión de la cultura actual. Con el tatuaje la persona quiere decir algo más de él y resaltar esa parte del cuerpo dónde se lo hace.
El contexto donde nace el tatuaje es el cuerpo en sí mismo. Hoy en día hay como una devoción por la figura. Y el tatuaje es un emergente. Los adolescentes comenzaron a imponerlo, pero ya no se puede hablar de una etapa adolescente tan delimitada como antes. Todas las personas buscan ser jóvenes y esa aspiración se ve en la vestimenta, las conductas y hasta en los tatuajes.
¿Por qué la gente se tatúa?
En general existen
 dos ejes sobre los que se apoya la práctica del tatuaje:
1. La identidad.
2. Los distintos duelos que uno atraviesa en la vida.
Todas las personas atraviesan diferentes crisis durante sus vidas. Pero existe un tejido social que es menos consistente y menos continente y hay menos canales para registrar esas crisis. Por eso cada persona transmite sus propias experiencias a través de un medio más tangible y modificable: el propio cuerpo.
El tatuaje no es sólo una moda pasajera (ya que dura para toda la vida). Además es la expresión de un síntoma social, y es como una nueva modalidad de arte.
En general se lo liga a la adolescencia porque esta etapa tiene la característica de crisis pero en sentido positivo, es un tiempo de romper ataduras, de despegarse de las figuras de los padres, de encontrar nuevas formas de identificación.
El tatuaje juega un papel importante para el chico, ya que es como un sentimiento de identidad nueva. El adolescente con su tatuaje está diciendo: “este soy yo, mírenme”.
Por otro lado, el tatuaje se puede emparentar con las intervenciones corporales como los piercing y las cirugías estéticas. Son todas expresiones de la tendencia a canalizar cualquier tipo de inquietud a través del cuerpo.
Diferencias entre el hombre y la mujer
En todos los ámbitos existen diferencias de géneros. Y los tatuajes no son la excepción. Así, por ejemplo, el dibujo de una flor lo asociamos a lo femenino y el de un dragón a lo masculino.
Para las mujeres el tatuaje es un sucedáneo de liberación sexual, ligado al permiso para mostrar su cuerpo. Por eso es muy común que ellas empiecen por tatuarse diseños más pequeños y muchas veces estos están ubicados en zonas erógenas: los pechos, la zona baja de la cintura, los hombros o el cuello.
En cambio para los hombres es más un acto de virilidad, ya que lleva aparejado el dolor del tatuaje. Para ellos el sufrimiento es una experiencia que los integra a un grupo, y por otro lado el dolor lleva a tener una conciencia más aguda de su propia existencia y es una manera de experimentar nuevas sensaciones.

¿Puede transformarse en una obsesión o en una adicción?
Para muchas personas el acto de tatuarse puede convertirse en una adicción comparable al consumo de drogas. En una sociedad de consumo donde existe la idea de que hay un cuerpo que debe ser producido y trabajado, las expresiones del erotismo buscan nuevas fronteras de expresión como una manera de trasgresión.

¿Para qué sirven los tatuajes?
Los tatuajes cumplen determinadas funciones para el psiquismo individual. El tatuaje viene a reparar algún aspecto que uno considera faltante en uno mismo. Puede servir para compensar situaciones de pérdida, ya sea de un ser querido o de ideales, o de aspiraciones no cumplidas. Puede ser un medio para regular tensiones internas y para expresar afectos y deseos de perdurabilidad.
También el hecho de que sea “para siempre” fue cambiando con el paso del tiempo. Muchas personas se lo hacen con la idea de que pueden ser removidos o transformados en otras cosas cuando el diseño original pierda su sentido, por ejemplo cuando termina una relación de pareja.

Adolescencia,Identidad y Estereotipos


 Hoy en día los adolescentes, en la búsqueda de su identidad, transcurren por el estrecho túnel de los estereotipos ofrecidos por los medios de comunicación y que les dan alternativas limitadas de vida.
La consolidación de la propia identidad es una etapa normal por la que pasa cualquier niño al llegar a la adolescencia, cuando inicia la búsqueda de su propia esencia: saber quién es, cómo es y qué quiere hacer.
En esa búsqueda juegan muchas respuestas importantes de la vida que lo impulsan a buscar nuevas alternativas: por qué soy como soy, cuál ha sido mi experiencia, qué quiero preservar de mi historia, en qué me parezco a mis padres y de eso qué tengo en común con ellos, qué es lo que realmente quiero conservar.
Nuevos cuestionamientos buscan respuestas personales: ¿cómo pienso?, ¿cómo siento?, ¿cuándo lo siento cómo lo acepto?, ¿a qué sexo pertenezco?, ¿qué me atrae de los otros y cómo manejo la atracción que los otros ejercen sobre mí?, etcétera.
Está documentado por autores que describen el desarrollo psicosocial humano, que un recurso natural en la etapa adolescente es la búsqueda de modelos a los cuales parecerse; por eso las personas que ellos consideran como ideales son fundamentales, pues muchas veces pueden marcarlos para siempre.
Cada adolescente tiene ante sí esta tarea primordial: padres y maestros pueden ayudar ofreciéndole alternativas y ejemplos, pero es cada uno, con base en sus tenencias, inclinaciones, anhelos y experiencias personales y de su grupo de amigos, quien determina cuáles son sus modelos a seguir.
Actualmente los medios de comunicación —principalmente la televisión, el cine y la publicidad— conjugan elementos ideológicos y comerciales para ofrecer valores, modelos y tipos ideales tanto para hombres como para mujeres, con los cuales muchos adolescentes se comparan y tratan de imitar, siendo estos estereotipos los que están contribuyendo a formar la imagen e identidad de las nuevas generaciones.

Bulimia y Anorexia

Las pautas culturales han determinado que ser delgada es sinónimo de éxito social. Adolescentes y mujeres jóvenes están sometidas a inten
sas y profundas presiones para cambiar su figura corporal, impulsadas por el deseo de imi
tación de modelos y personajes mediáticos o m
otivadas por la publicidad comercial. La bulim
ia y la anorexia pueden ser consideraradas como un síndrome
 de falla en la adaptación al medio social, que intenta ser compensada mediante una serie de comportamientos patológicos vinculados a la alimentación y a una preocupación excesiva
 por el propio cuerpo, ligados a dichos factores de presión sociocultural. Las padecen ambos sexos entre los 12 y los 30 años, pero predomina en el sexo femenino en un 95%.

A la bulimia y a la anorexia nerviosa se llega siempre por el camino de la dieta.
La bulimia se caracteriza por la ingesta exagerada de alimentos (atracones, comilonas) en breves tiempos, seguida de conductas para evitar la hiper ingesta, como vómitos autoinducidos, ejercicios físicos enérgicos, ayuno, abuso de laxantes y diuréticos. 
Por su parte, la anorexia se caracteriza por la negación a ingerir alimentos, presentando una notoria pérdida de peso asociada con miedo a la gordura, al percibir distorsionadamente la propia imagen corporal.

Causas
Sus causas son variadas pues se asocian factores biológicos, genéticos, interpersonales, familiares y socioculturales. 
Biológicos y genéticos: al superar la pubertad existe un aumento del tejido adiposo y una mayor preocupación por la obesidad (aumento de peso) entre los pares, que predispone a comenzar una dieta. 
Interpersonales/psicológicos: generalmente son jóvenes con baja autoestima (no se valoran) y altos niveles de ansiedad. Suelen ser introvertidos, obsesivos y perfeccionistas, con tendencias dominantes.
Familiares: en la adolescencia los jóvenes desarrollan independencia y autonomía, como modo de preparación para la separación de la familia. Las alteraciones familiares que impiden este proceso evolutivo son un factor importante en estas enfermedades. Suele haber sobreprotección, pegoteo, rigidez. Se describe a la madre como una figura a menudo dominante y a un padre distante.
Socioculturales: generalmente las adolescentes y mujeres jóvenes están sometidas a intensas y profundas presiones para cambiar su figura corporal. Los medios de comunicación enfatizan la relación entre la delgadez y el éxito. Los talles de la ropa para jóvenes son cada vez más reducidos. Las presiones socioculturales en adolescentes vulnerables pueden contribuir a la aparición de un trastorno como defensa contra las realidades atemorizantes de esta etapa.